¿Cómo me protejo de un mal espiritual?
Para comenzar, es necesario comprender qué es un parásito astral.
Se trata de una entidad depredadora que se adhiere a la energía vital de otro ser, actuando como huésped invisible.
Estas presencias pueden presentarse de distintas formas: espíritus desencarnados, consciencias proyectadas (tulpas), o incluso humanos que actúan como vampiros energéticos —a veces llamados portales orgánicos.
Aunque todo esto suene complejo, la clave es observar qué es lo que realmente nos afecta.
Los espíritus son entidades sin cuerpo físico.
Generalmente no buscan dañar, sino trascender hacia otro plano o regresar al lugar que les corresponde.
Sin embargo, cuando vibran en frecuencias bajas —alimentadas por el miedo, la ira o la tristeza— pueden quedarse atrapados cerca del plano humano, generando perturbaciones energéticas.
Los tulpas, en cambio, son formas de energía creadas por la mente.
Nacen de pensamientos intensos y emociones concentradas, tanto propias como colectivas.
Son proyecciones psíquicas que pueden adquirir autonomía dentro del plano energético, especialmente cuando se alimentan de miedo o creencias negativas.
Cuando un tulpa se forma desde una emoción densa o destructiva, puede actuar como un ataque psíquico, interfiriendo en la claridad mental o emocional de las personas.
Por otro lado, los vampiros energéticos son seres humanos que han perdido, o nunca desarrollaron, una conexión sólida con su alma.
Viven en una desconexión constante del espíritu, aferrados a emociones que no resuelven: frustración, envidia, vacío.
En su necesidad de sostenerse, absorben la energía vital de quienes los rodean, muchas veces sin conciencia de ello.
Protegernos de todo esto requiere mantener una guardia energética activa.
Las limpiezas espirituales ayudan, pero su poder real reside en la intención y la fortaleza interior, no solo en el ritual.
La verdadera protección surge cuando establecemos un límite energético consciente, un “no” vibracional firme que impide que cualquier influencia externa penetre en nuestro campo.
El alma humana es eterna y soberana.
Cuando recordamos quiénes somos, nuestra luz interior se expande y nos volvemos inalcanzables para la oscuridad.
Estos seres y proyecciones huyen ante el conocimiento, la serenidad y el amor genuino.
Por eso, cuando sientas perturbación, respirá profundamente y recordá tu esencia.
Preguntate:
¿Soy lo que el mundo intenta que sea, o soy lo que yo elijo ser?
Ahí reside la respuesta.
Aceptarnos es amarnos, y amarnos es brillar.
Cuando te encuentres en la oscuridad, encendé tu propio faro interior; esa luz te pertenece, y nadie puede arrebatártela.
La forma de mantenerse limpio es cultivar la conexión entre mente, corazón y espíritu, alineándolos con la energía de la Madre Tierra o con los dioses y fuerzas que veneres.
Caminar descalzo sobre la tierra, meditar con intención o agradecer conscientemente son actos simples que restauran el equilibrio.
Mantenerse centrado emocionalmente, cuidar los pensamientos y elevar la vibración del aura a través del amor, la música, la naturaleza o la creatividad, mantiene nuestra frecuencia alta y nuestra protección intacta.
Porque la verdadera pureza no está en evitar la oscuridad, sino en recordar que la luz siempre nos habita.
-Wyn
>Wyn
ResponderBorrarHay un nuevo escritor en el Blog?
Sí, hay nueva escritora, solo un alma vieja rememorando su experiencia.
BorrarMe ha encantado la manera que desarrollaste las diferentes cosas que pueden actuar como parasitos y como enfoca el desarrollo personal.
ResponderBorrarLa frase "La verdadera protección surge cuando establecemos un límite energético consciente, un 'no' vibracional firme" es la esencia de la soberanía del alma y que la luz siempre esta dentro de uno.