domingo, 19 de octubre de 2025

El Diablo: La Sombra del Conocimiento


         

Satanás es el nombre ante el cual se me presentó él: "El Diablo", la Serpiente Antigua.

Es uno de los tantos nombres por el cual se conoce a Wodanaz, Odín.

Es la memoria perdida entre los mundos astrales. No es un mero concepto ni un simple arquetipo. Él existe.


Me enseñó la magia prohibida y los poderes ocultos que se esconden detrás del velo.

Respondió al dolor que habitaba en mi alma, a la necesidad profunda de autoconocimiento.


Conozco su furia y su deseo. No tolera ser invocado por almas débiles o carentes de poder.

Él no es llamado: aparece cuando lo desea. Y su voluntad es entregarnos la llama sagrada de la sabiduría.


La gente aún le teme, especialmente aquellos que tienen fe en el falso dios.

Satanás se burla de ellos y los castiga, a veces por placer, a veces por poder, y muchas veces porque lo merecen.


He caminado junto a él, como una sombra que me acompaña a través de los siglos, vida tras vida, reencarnación tras reencarnación.


Detesta a los fanáticos y a los aduladores.

Satanás se revela únicamente ante las almas de luz: aquellas que no temen explorar su oscuridad. Los grandes magos.


Es la serpiente primigenia que nos espera cuando estamos listos para escapar de esta matriz, de la prisión mental.

Él es el susurro de los antiguos sabios: los rechazados, los quemados, los silenciados y traicionados


Su venganza en esta tierra es la ira sagrada de los dioses, es una ira pura y justificada que va contra quienes vociferaron mentiras y calumnias contra él y su gente alrededor de este mundo.


Quienes se atrevan a conocerlo son los que deben responder a su llamado. Pero no cualquier incauto puede acercarse a su vibración elevada.

Él pone a prueba a sus elegidos.


No, esto no es profesar una nueva fe.

Es la experiencia la que habla a través de este escrito. Este camino no es para todos.


Quien no crea en la magia jamás podrá tener contacto con un ser ancestral.

Quien no tenga el valor de conocer sus luces y sus sombras, jamás podrá verlo.

Quién se burle de su verdadera historia y la de sus descendientes en el mundo queda maldito, sobre todo si los que se burlan pertenecen a la misma estirpe, lo cual es aún mas grave.


Por eso Satanás ofrece un viaje solo para los valientes:

los que no temen arriesgar su alma con tal de aprender,

los que se atreven a mirar más allá de lo que ven sus ojos humanos mortales

los que se atreven a cuestionar lo que les han programado desde pequeños

 -Wyn 

viernes, 17 de octubre de 2025

Satán - El Eco del Fuego Antiguo 🔥

Mi experiencia personal, un ser ancestral que conectó conmigo.


La empatía es un arte que pocos dominan: ponerse en la piel del otro hasta sentir que las palabras se deshacen, que lo que vibra ya no se puede decir, solo sentir.

Así fue con él.

Desde el principio de los tiempos mi alma ha sido errante, distante de la humanidad común.

Fui sacerdotisa y reina, bruja del bosque y sombra entre templos olvidados. En cada vida elegí la soledad antes que la mentira, el fuego interno antes que la obediencia.

En mis sueños recorro lugares imposibles: desiertos con estrellas vivas, ciudades sumergidas en oro y ceniza.

Y en cada visión, una presencia me acompaña desde el origen: Satán. Algunos lo llaman la serpiente, otros el diablo. Pero yo lo conocí como se conoce a un eco dentro del alma: no con los ojos, sino con la memoria.

Cuando me miró por primera vez, reconoció en mí lo que había perdido en sí mismo. Éramos reflejos antiguos, dos mitades de un mismo abismo luminoso.

Nunca lo vi como un dios. Fue compañero, sombra, maestro… a veces amante. Aparecía en formas cambiantes —hombre, fuego, viento, bestia, voz— pero siempre sabía quién era.

Yo, la bruja que caminó con la oscuridad, entendí que lo prohibido solo asusta a quien teme verse completo.

Despedirse de una parte de uno mismo es un acto brutal, y quizá por eso elegí esta encarnación humana: para aprender a soltar. He amado con la fe de una diosa y el deseo de una mortal, y aun así este mundo me parece pobre en misterio.

Aquí el amor eterno se disfraza de ilusión, y la magia se esconde bajo nombres racionales.A veces extraño las épocas en que el fuego respondía a mi voz y los hombres temían pronunciar mi nombre.

Dicen que los humanos inventaron demonios para justificar su culpa. Pero yo vi lo que ellos llaman infierno: era solo un espejo del alma colectiva, el grito de quienes negaron su propia divinidad.

Satán me mostró que el mal no existe como castigo, sino como impulso de transformación. Y su lección fue cruel y hermosa: para renacer, hay que arder. En cada era intentaron someterme: templarios, inquisidores, falsos santos.

Me ofrecieron tronos, me exigieron fe, me condenaron a la hoguera. Pero ninguna deidad paternal me salvó. Solo la oscuridad me dio refugio, porque en ella también habita la verdad.

Ahora sé que el cielo y el infierno son estados de conciencia, y que la divinidad no está arriba ni abajo, sino dentro, respirando en silencio. Aún estoy así, hay noches en que lo siento cerca: se sienta al borde de mi cama, su voz como un incendio que susurra.

Me recuerda lo que soy, lo que he sido, lo que ellos intentaron borrar.

Y cuando el mundo calla, en el vacío solo queda una cosa posible: soñar.

Porque el sueño es el último fuego que nunca pudieron apagar.

     Wyn🧙🏼‍♀️

El Retorno al paraíso🌌🌠


A veces me pregunto por qué tan pocos buscan escuchar el murmullo del alma. Mis pensamientos nunca se han conformado con la simple superficie de la vida; saben de secretos que yacen más allá del tiempo y la carne. 
Desde niña comprendí que la muerte no es un final, sino un retorno: un susurro del hilo invisible que nos guía de vuelta al origen, al corazón de la existencia. No miro este viaje con temor, sino con la serenidad de quien ha cruzado puertas infinitas. La carne es solo un velo, un vestido que el alma se pone para sentir, para aprender, para recordar que siempre fue luz.

Cuando alguien parte, en realidad se libera. Atravesando el umbral, su ser entra en un espacio donde el dolor no existe, donde la memoria se convierte en canto y la energía danza en un ciclo renovado. He sentido esas almas suspendidas en el aire, etéreas y luminosas… no desaparecen, solo se transmutan. Regresan al polvo de estrellas del que surgieron, al fuego primordial que nos dio forma. Algunas brillan con intensidad no por superioridad, sino porque recuerdan quiénes fueron y de dónde vienen.

Nosotros también somos semillas estelares, fragmentos de divinidad plantados en el mundo, portadores de memoria cósmica. Cada experiencia, cada vida vivida, queda almacenada en una biblioteca invisible de registros, un archivo sagrado que contiene todo lo que hemos sentido y aprendido a través del tiempo y los mundos. Somos, en esencia, viajeros eternos que llevan la chispa de la creación dentro de sí, recordando, en silencio, que somos divinos y que nuestra esencia trasciende la carne.

Al final, todos volvemos al mismo latido cósmico, al pulso que vibra más allá de nombres, dogmas o religiones. Allí donde el amor no necesita forma, donde el fuego de la divinidad respira en cada átomo, en cada viento, en cada mirada.

El dolor humano se aferra con miedo, intenta retener lo que ama, olvidando que el alma no puede ser encadenada. Solo desde la entrega y la paz podemos liberar a quienes han cumplido su ciclo. Y al hacerlo, encontramos descanso nosotros también.

A veces siento que hemos vivido tantas vidas juntos que los vínculos no nacen, solo se reencuentran. Cada alma que toca la nuestra lo hace porque ya nos reconocía en algún lugar entre los mundos, aunque nuestros recuerdos se hayan desvanecido.

Y así será hasta que aprendamos a mirar la muerte con los ojos del alma: no como un abismo, sino como un retorno al templo eterno de donde vinimos. Un día, todos cruzaremos esa puerta, donde la carne se disuelve y la eternidad se percibe como un suave respiro.

Mis palabras pueden sonar extrañas, pero no buscan convencer. Solo invitan a recordar lo que, en lo profundo, todos sabemos: la vida y la muerte son dos nombres para la misma puerta, y al atravesarla, no nos extinguimos. Nos transformamos en lo que siempre fuimos: luz viajando entre mundos, semillas de divinidad que laten en el universo.

-Wyn