La energía primordial femenina —la misma que dio origen a la creación— ha sido olvidada, silenciada y opacada por milenios de desequilibrio.
Nos preguntamos: ¿Por qué las mujeres ya no aman con la misma entrega? ¿Por qué la intuición y la sensibilidad, nuestras brújulas naturales, se han vuelto motivo de vergüenza y no de poder?
¿En qué momento dejamos de caminar bajo la luna y escuchar el canto de la noche?
Recuperar la conexión con la divinidad femenina no es un acto simbólico: es una necesidad vital para restaurar el equilibrio entre la acción y la creación, entre el hacer y el sentir.
El alma femenina —en toda su complejidad— guarda el secreto de la fertilidad, del arte, del amor y de la vida misma.
Nuestra energía sexual, la que concibe, es sagrada. No es simple instinto, sino una fuerza creadora que puede dar forma a mundos.
Dominar nuestros impulsos no significa negarlos, sino aprender a dirigirlos hacia la evolución espiritual, hacia una intimidad que no se entrega a cualquiera, sino a quien puede sostener su luz y su sombra.
Inanna, la antigua diosa sumeria del amor, la guerra y la sabiduría, conocía este equilibrio.
Descendió al inframundo, fue despojada de todo y renació, brillando con la luz de Venus.
Ella es la primera representación del principio femenino que cae y resurge, que ama con el cuerpo y el espíritu, que gobierna los cielos y la tierra.
Su esencia se refleja en Afrodita, en Venus, en toda fuerza que irradia belleza, deseo y creación.
Cada vez que una mujer sana, recuerda y despierta su poder, Inanna renace a través de ella.
Nosotras —y también los hombres que abrazan su energía receptiva— debemos volver a honrar ese principio sagrado.
Recordar que la mujer no solo nutre: sostiene, protege y transforma.
Nos han querido cortar la raíz, borrar el nombre de la Diosa, su historia y su culto; pero la memoria está viva en nuestro cuerpo, en el latido del útero, en la sangre que danza con la luna.
Volver al útero es volver al hogar, al origen, a la Gran Madre que nos enseñó a crear y no a destruir.
Que este sea un llamado a regresar al equilibrio: a la unión del Sol y la Luna, del Yin y el Yang, del hombre y la mujer como reflejos divinos de una misma fuente.
Que nadie apague nuestros colores ni silencie nuestra verdad.
Llamen a su sagrado femenino, invoquen su energía lunar, y sumérjanse en las aguas profundas de su alma.
Allí, en lo oscuro y lo luminoso, encontrarán sus verdaderos dones, los que los dioses depositaron en ustedes antes del nacimiento.
🌹 Que este texto sea un recordatorio:
El legado de nuestra Santa Madre no ha muerto.
Solo espera ser recordado… a través de nosotros.
-Wyn
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